Psicoanalisis y la comunidad LIC. ADRIANA SANTAGAPITA "La vida son instantes en los que uno se encuentra a si mismo".
domingo, 6 de julio de 2014
“Es allí a donde voy” por Clarice Lispector
Más allá de la oreja existe un sonido, la extremidad de la mirada un
aspecto, las puntas de los dedos un objeto: es allí a donde voy.
La punta del lápiz el trazo.
Donde expira un pensamiento hay una idea, en el último suspiro de
alegría otra alegría, en la punta de la espada la magia: es allí a
donde voy.
En la punta del pie el salto.
Parece la historia de alguien que fue y no volvió: es allí a donde voy.
¿O no voy? Voy, sí. Y vuelvo para ver cómo están las cosas. Si
continúan mágicas. ¿Realidad? Te espero. Es allí a donde voy.
En la punta de la palabra está la palabra. Quiero usar la palabra
«tertulia», y no sé dónde ni cuándo. Al lado de la tertulia está la
familia. Al lado de la familia estoy yo. Al lado de mí estoy yo. Es
hacia mí a donde voy. Y de mí salgo para ver. ¿Ver qué? Ver lo que
existe. Después de muerta es hacia la realidad a donde voy. Mientras
tanto, lo que hay es un sueño. Sueño fatídico. Pero después, después
todo es real. Y el alma libre busca un canto para acomodarse. Soy un
yo que anuncia. No sé de qué estoy hablando. Estoy hablando de nada.
Yo soy nada. Después de muerta me agrandaré y me esparciré, y alguien
dirá con amor mi nombre.
Es hacia mi pobre nombre a donde voy.
Y de allá vuelvo para llamar al nombre del ser amado y de los hijos.
Ellos me responderán. Al fin tendré una respuesta. ¿Qué respuesta? La
del amor. Amor: yo os amo tanto. Yo amo el amor. El amor es rojo. Los
celos son verdes. Mis ojos son verdes. Pero son verdes tan oscuros que
en las fotografías salen negros. Mi secreto es tener los ojos verdes y
que nadie lo sepa.
En la extremidad de mí estoy yo. Yo, implorante, yo, la que necesita,
la que pide, la que llora, la que se lamenta. Pero la que canta. La
que dice palabras. ¿Palabras al viento? Qué importa, los vientos las
traen de nuevo y yo las poseo.
Yo al lado del viento. La colina de los vientos aullantes me llama.
Voy, bruja que soy. Y me transmuto.
Oh, cachorro, ¿dónde está tu alma? ¿Está cerca de tu cuerpo? Yo estoy
cerca de mi cuerpo. Y muero lentamente.
¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo amor. Y cerca del amor estamos nosotros.
Traducción: Cristina Peri Rossi
CUANDO SE NOMBRA A UN
CHICO POR LO QUE PADECE… En estos días escuche dos veces el diagnostico TGD
para dos niños de 3 y 4 años. Y me produce cada vez un efecto de malestar
profundo, enojo, impotencia, porque este y otros nombres diagnósticos cierran
puertas dando lugar a estigmas, queda nombrando la discapacidad su identidad y
destino. Y porque estos diagnósticos salen como pan caliente diariamente después
de largos estudios/test/observaciones a que son sometidos los chicos, con
esperas angustiosas para ellos y los padres, y a menudo, sin que se les cuente
a los protagonistas de la escena que les está pasando. Elijo la ética del psicoanálisis porque invita a mirar al sujeto, leer su
historia, ubicar y reubicar el malestar o la dificultad de quien padece a modo sintomático
como parte de una trama familiar, y que denuncia lo que no funciona. Para que
puedan hacerse nuevas tramas tomando lo más sano de cada quien, y buscar nuevos
modos para hacer funcionar lo que esta inhibido o detenido, desbordado o
contenido. Pero siempre se trata de leer la angustia que está por debajo de lo
que no anda. Los nombres diagnósticos que rotulan diciendo ES UN o TIENE
simplifican la cuestión, diciendo lo que NO en lugar de lo que SI. Hablan de lo
que no anda. Y queda nombrado el sujeto por lo que no puede. Aun donde lo
genético u orgánico está comprometido, a estas alturas de la evolución de una
parte de la humanidad se sabe que no hay uno que transite ese padecimiento
igual a otro. Depende del entorno, de la apuesta, de lo dicho y no lo dicho
haciéndose lugar en las palabras que
traducen la angustia singular y familiar.
Me enoja la soberbia ignorancia de cantidad de “profesionales
de la salud” que tomados por técnicas y teorías obsolotetas, de lo que dice un
baremo, de lo que un libro clasifica con ítems que, si aparecen en alguna
medida, nombran un cuadro dejando por fuera que eso tendrá consecuencias iatrogénicas
y des-subjetivantes para ese ser y su familia. En el mejor de los casos los
padres después de la angustia masiva que sienten pueden buscar otra opinión y
no quedarse con la certeza que obtura las preguntas necesarias al tener un hijo
que porta la discapacidad familiar. Pero en muchos el síntoma que nombra lo que
no funciona, queda convenientemente -a modo inconciente, claro- ubicado en uno
solo y se puede seguir sin mirar lo que hay que mirar.
Es menester para los que tenemos una posición desde el psicoanálisis,
ayudar a pensar, abrir preguntas, y denunciar lo que no funciona. Creo que
finalmente se trata de escasa disponibilidad
de recursos de quienes eligen
este modo de hacer/deshacer la salud mental. Porque no hay preguntas, entre
otras, la más simple, como sería posible que a TODOS los que muestran tal o
cual dificultad, les pase LO MISMO? donde quedan las diferencias, lo más
humano? Como un abordaje común podría ser singularizante?
Todos tenemos síntomas, disfunciones, dificultades,
capacidades y discapacidades. Los síntomas son para leer, nos guían, nos
orientan sobre que nos DICE ese niño a gritos, como puede, como encuentra,
pidiendo que lo inviten a salirse
del lugar del padecimiento, del
“paciente”, que pasivamente padece.
Con los niños es urgente hacer un movimiento vital. Los diagnósticos
solo tranquilizan a quien finalmente se contenta con que “supo” lo que le pasa
a alguien, lo deja nombrado con un nombre de enfermedad, dejando por fuera la
enorme responsabilidad ética y humana de quienes en algún momento decidieron
ayudar y acompañar a otros en la ardua tarea de ir viviendo.
Adhiero a las posiciones humanas que se ocupan de las
diferencias como lo más propio del ser humano, que se prestan como puentes para
ir trazando nuevas tramas junto a los que padecen dificultades, con la apertura
de que nada esta sabido de antemano, nadie puede saber del otro, que se trata
de des-cubrir juntos, analista y analizantes, lo mas propio de cada uno, las
potencialidades, las capacidades y los instantes en que uno se encuentra con
uno mismo (parafraseando a Deleuze “LA VIDA SON MOMENTOS EN QUE UNO SE ALCANZA
A SI MISMO”).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)